Sinopsis a ritmo de soul.
Son los años 60 en un pueblo del estado sudista de Mississippi. (No sé cuántas consonantes dobles lleva este río y por ende, el estado unido, aunque secesionista, del que toma su nombre) Es un pueblo que tiene cierta importancia ya que parece ser un nudo ferroviario entre los trenes que van de norte a sur y de este a oeste. Lo cierto que Sparta, que es el nombre del pueblo, es un lugar poblado por paletos dixies que aún se ríen de las impensables actitudes de Rosa Parks o Martin Luther King jr. A este pueblo ha llegado un rico industrial que pretende montar una fábrica.
Negro y con pasta, sospechoso.La peli arranca con la llegada del tren a este nudo ferroviario a orillas del Mississippi y con el agente Sam patrullando por la sofocante noche "espartana". Seguimos a Sam en su recorrido hasta que este se topa con un cadáver. Un hombre blanco. El hombre blanco. El rico industrial que pretendía montar la fábrica ha aparecido muerto en medio de la calle en plena noche.
Siendo convencido por su jefe para colaborar con los paletos sureños.El jefe de policía, Gillespie, es un veterano policía con un carácter irascible que trata de llevar en orden al departamento de policía del pueblo. Utilizan el poco sofisticado recurso de tomar como sospechoso al primero que pillan, sin preguntar. Así, el agente Sam, detiene como sospechoso del crimen a un hombre negro bien vestido y con una billetera bien provista que aguarda el tren de las cuatro de la mañana.
Extraña pareja policial.
El joven negro bien vestido resulta ser Virgil Tibbs, un inspector de homicidios de la policía de Philadelphia que acepta, a regañadientes y por orden de su jefe, ayudar a los segregacionistas de Sparta a encontrar al culpable de la muerte del rico industrial.
Dixieland
La peli está basada en una novela de John Ball ambientada en esa América segregacionista que no asimila que los afroamericanos son iguales a ellos, los blancos anglosajones protestantes, por supuesto. De hecho, John Ball, con esta novela inició una saga de libros cuyo protagonista era el detective Virgil Tibbs.
La viuda del rico muerto quiere que Tibbs siga en el caso.
El director de esta película fue Norman Jewison, cineasta canadiense autor de otros éxitos como "Jesucristo superstar" o "el violinista en el tejado". Por cierto, debido a esta última peli mencionada y por el curioso apellido Jewison los antisemitas lo cosían a desprecios, sobre todo por la peli musical de Cristo. En España, por ejemplo, los curas preconciliares guiaban a sus rebaños a los cines para rezar por los pecadores que iban a ver la sesión, tolerada. Chascarrillos aparte, a pesar del sospechoso apellido (Para los antisemitas) el nonagenario director proviene, ahí está la gracia, de una familia cristiana protestante.
Encontronazo con los paletos del white power.
Ya sabemos que Jewison tiene ciert gusto musical. No podía ser de otra manera en esta peli que goza de la música de Quincy Jones y el tema principal "In the heat of the night" está cantado por Ray Charles.
Reconstruyendo la noche de autos.La peli está protagonizada por uno de los primeros actores negros en ver reconocida su importancia cinematográfica: Sidney Poitier. En esta peli encabeza el cartel por delante del propio Rod Steiger. Poitier ya rondaba la cuarentena cuando rodó esta peli, pero seguía siendo un hombre guapete, aunque siempre fue un actor bastante inexpresivo. De hecho este año 1967 fue su gran año. Rodó tres películas que fueron auténticos éxitos. Aparte de esta historia criminal en la Mississippi más paleta y racista, también actuó en "adivina quien viene esta noche", haciendo de novio de la blanca niña bien hija de Katharine Hepburn y Spencer Tracy y en "rebelión en las aulas", donde hacía de profesor nuevo en una escuela de barrio pobre londinense donde salía la cantante yeyé (y eurovisiva) Lulu, sin the luvvers.
La trama se va desenredando.Y aunque el prota era el inspector Virgil Tibbs (Poitier), el que se llevó el óscar a mejor actor fue Rod Steiger, componiendo a ese jefe de policía de malas pulgas y algo cachazudo. Desde luego, ese rudo policía mascando chicle de manera desaforada y manteniendo esa curiosa relación con Tibbs entre la disimulada admiración y la irritación ante su arrogante presencia es una buena razón para ver la peli. Sobre todo la escena cuando suben a ver a Endicott, el terrateniente algodonero, que va de bien educado pero que se siente humillado cuando Tibbs le devuelve el cachete (Ese sí es un zaska antológico) y el jefe de policía no mueve ni un dedo para desagraviar al rico intolerante que ve cómo ya no puede pegar a un negro sin consecuencias.
Repartiendo.A ritmo de soul, nos vamos en el ferrocarril,