Si la cabeza
dice una cosa y tu vida dice otra, la cabeza siempre pierde
(Frank
McCloud, en Cayo Largo).
El
último refugio,
de Raoul
Walsh (1941), fue el primer papel como protagonista de Humphrey
Bogart. Durante el rodaje, Bogart trabó una gran
amistad con el guionista de la película, John Huston, que perduró hasta la
muerte del actor. Cuando Huston tuvo, también en 1941, la
oportunidad de dirigir su primera película, El halcón maltés,
influyó para que el papel principal fuera para su amigo. Con esa película, Bogart
y Huston
iniciaron una fructífera colaboración profesional que proporcionó importantes
éxitos a ambos.
Cayo Largo
(1948) fue la cuarta película que rodaron juntos, después de El
halcón (1941), Across the Pacific (1942) y El
tesoro de Sierra Madre (1948) y antes de la Reina de África (1951) y La
burla del Diablo (1954).
También fue
la cuarta y última película que John Huston rodó para la
Warner y la cuarta y última que rodaron juntos Bogart y Bacall.
Aunque no
tiene el toque de genialidad e innovación de La jungla de asfalto
(1950), la gran aportación de Huston al género negro, Cayo
Largo es una excelente película que parte de un recurso tradicional del
género: la toma de rehenes. Sin embargo, quien lea las memorias de Huston
(A
libro abierto) advertirá que el director habla de ella sin especial
aprecio, más bien con una cierta displicencia. Huston explicaba las
razones de este desapego de la siguiente manera:
«Yo había
decidido que mi próxima película, Cayo
Largo, sería la última para la Warner Brothers. No sólo estaba enojado
porque en 1946 Jack Warner se había negado a permitirme dirigir una película
basada en la obra de O’Neill A
Moon for the Misbegotten, sino que estaba insatisfecho con el estudio en
general…».
Lo cierto es
que cuando la Warner le pidió al director, nada más acabar el rodaje de El
tesoro de Sierra Madre, que hiciera el guion, con la colaboración de Richard
Brooks, y dirigiera la adaptación cinematográfica de una obra de
teatro de Maxwell Anderson, el
proyecto no le atrajo.
Brooks,
finalmente, convenció a Huston del potencial que podría
tener la historia si se le introducía algunos cambios: el protagonista dejaba
de ser un ex combatiente de la Guerra Civil española y pasaba a ser un
desencantado veterano de la Segunda Guerra Mundial y los jugadores de la obra
de teatro se convertían en un peligrosísimo grupo de mafiosos dirigidos por Johnny
Rocco
(Edward G. Robinson).
Pero, además
de su desencanto con la Warner, otros factores pesaban en el ánimo de Huston
en la época en que rodó Cayo Largo.
El 27 de
septiembre de 1947, el Comité presidido por J. Parnell Thomas había
enviado citaciones a testigos vinculados al mundo cinematográfico para que
fueran a declarar a Washington sobre presuntas actividades antiamericanas. Huston,
ante esta situación, montó en cólera y se convirtió en uno de los promotores
del Comité
pro Primera Enmienda, que agrupaba a gente como el matrimonio Bogart-Bacall,
Burt
Lancaster, Billy Wilder, Edward G. Robinson, etc.
Ni las
campañas publicitarias ni los manifiestos firmados por el Comité pro Primera Enmienda consiguieron
detener a Parnell, así que Howard Hughes fletó un avión para
que los afines a ese Comité pudieran ir a Washington, el
26 de octubre de 1947 (entre ellos los Bogart) a manifestarse contra la
actuación del Comité Parnell.
De los
testigos llamados a declarar, 11 se negaron a hacerlo y fueron acusados de
desacato. Pero, además de los problemas legales, esos Díez de Hollywood (el
undécimo, el poeta alemán Bertolt Brecht huyó de Estados
Unidos) fueron incluidos por los Estudios cinematográficos en una lista negra
que los desterraba de Hollywood.
Aunque Humphrey
Bogart
había participado en el viaje a Washington y contribuido económicamente a las
campañas del Comité pro Primera Enmienda, en diciembre de 1947 el actor
acabó cediendo a las presiones de la Warner y declarando ante la prensa, que él era un americano no comunista, con lo que, de hecho, se
retractaba de su viaje a Washington. Fue ferozmente criticado, incluso por la
prensa. En Navidad, cuando vio a Huston le dijo «John, tienes que entender lo
mucho que me presionaron». Huston se limitó a contestar: «Lo
entiendo, chico».
Huston
y Bogart,
a pesar de todo, lograron mantener su amistad, un valor por el que ambos
sentían inmenso respeto; pero es indudable que a Huston le dolió mucho la
retractación de Bogart, como lo es también que Bogart se avergonzó
profundamente de ella. Inmersos en estos sentimientos empezaron ambos a rodar Cayo
Largo.
El rodaje se
inició a principios de 1948, pero semanas antes Huston, acompañado por Richard
Brooks,
había pasado una temporada en los cayos de Florida para escribir el guion en el
ambiente real en el que se desarrollaba la acción (aunque la película se
rodaría casi en su totalidad en el plató de la Warner Brothers y en Florida sólo se rodaron planos
generales).
Brooks
era un guionista y escritor de talento, amigo personal del matrimonio Bogart.
Lauren
Bacall,
en sus memorias (Por mí misma y un par de cosas más), lo describe así: «Era
un tipo estupendo, de opiniones extremistas: se negaba a conducir un coche extranjero,
tener piscina, llevar corbatas, mudarse a una casa más grande y, en general, a
caer en la trampa de Hollywood. Bogie le había bautizado “El escritor enojado”»
Sobre su
estancia en los cayos, donde les acompañaron sus respectivas mujeres, Huston
comentó:
«Llegamos
fuera de temporada y no había ningún sitio adecuado donde alojarnos, pero
finalmente descubrimos un pequeño hotel que tenía un aspecto atractivo y
convencimos a los dueños de que lo abrieran para nosotros antes de que empezara
la temporada. Apenas habíamos empezado a trabajar cuando trajeron una mesa de
dados, una ruleta y una mesa de blackjack.
A partir de ese momento, cuando Dick y yo no estábamos escribiendo, yo estaba
jugando»
Pero Huston estaba en mala racha y cuando
el crédito se le acabó, ya no pudo jugar y tuvo que dedicarse en serio a
escribir el guion de Cayo Largo.
«Tal y como Brooks
y yo lo escribimos, Cayo
Largo
tenía una línea dramática más fuerte que la obra de teatro
original de Maxwell Anderson, escrita en la década de los treinta, y además la
actualizamos. Las grandes esperanzas y el idealismo de los años de Roosevelt se
iban desvaneciendo y el hampa representada por Edward G. Robinson y sus
secuaces había entrado de nuevo en acción, aprovechándose de la apatía social.
Convertimos esto en el tema de la película.»
Huston
preñó el guion de alusiones ideológicas que no estaban en la obra teatral y
que, claramente, derivaban de la situación política del momento, por ejemplo
identificando a Rocco con posturas anticomunistas. Mientras que Bogart,
el ex combatiente, se convertía en un antihéroe comido por las dudas que sólo
mostraba su valor cuando no le quedaba más remedio; dudas que representaban de
alguna manera el estado de ánimo por el que muchos pasaban en aquellos momentos
de «caza
de brujas».
En realidad,
la trama se centra, sobre todo, en las diferentes maneras en que los dos
personajes principales (el veterano interpretado por Bogart y el gángster que
encarna Robinson) afrontan el miedo y como el combatiente, desanimado y
escéptico, se verá finalmente obligado a
adoptar una actitud moral aun a riesgo de su vida (a Bogart, este papel le permitió no encasillarse en los personajes de detectives duros que tanto éxito le habían dado en El halcón maltés y El sueño eterno).
Además del
gran guion que escribieron Huston y Brooks, la película contó
con un reparto excepcional: Edward G. Robinson, Humphrey
Bogart,
Lauren
Bacall,
Claire
Trevor y Lionel Barrymore.
A Huston
le hubiera gustado que Charles Boyer interpretara el
personaje de Rocco, pero la Warner no aceptó y Huston optó por Robinson,
del que contaba:
«Robinson
aceptó el papel del gángster Johnny Rocco con cierta resistencia. Nunca le
había gustado la imagen del gángster. Era como si él mismo hubiera sido
realmente un gángster y estuviera ansioso por reformarse; puede que esta
actitud mental fuera una de las razones que le impulsaban a coleccionar obras
de arte. Creo que lo que más recuerda la mayoría de la gente de Cayo Largo
es la escena de la presentación, con Eddie en la bañera con un puro en la boca.
Parecía un crustáceo sin su concha.»
Robinson
aceptó el papel porque estaba muy bien pagado,
pero lo consideró como un paréntesis en el giro que había dado a su carrera
tras interpretar a los personajes mucho más humanos, vulnerables y matizado que
le habían encomendado Fritz Lang, en La
mujer del cuadro y Perversidad, y Billy Wilder, en Perdición.
A partir de esas interpretaciones huyó del personaje estereotipado de gángster que
tanta fama le había dado desde que protagonizó Hampa dorada en 1931.
Bogart
y Robinson
habían hecho otras cuatro películas juntos anteriormente. Durante el rodaje de Cayo
Largo, Robinson había iniciado ya su declive como gran figura,
mientras que Bogart estaba en la cúspide.
En su autobiografía Robinson dice: “Recibí en el plató trato de estrella porque Bogie insistió en ello”.
Si bien es
verdad que la complicidad entre Bogart y Robinson (aunque sus
agentes lucharon duramente por quién debía prevalecer en los títulos) fue una
baza fundamental en la película, no lo es menos que el resto de los actores principales
estuvo magnífico y que la película se benefició de la buena sintonía que reinó
entre todos ellos; así lo contó Lauren Bacall en sus memorias:
«En Cayo
Largo, Bogie y yo teníamos personajes serios, y con John al timón no cabía la
posibilidad de negarse a interpretarlos a su modo. Tenía muchas ganas de trabajar con él ya que mi carrera no
estaba precisamente en un gran momento» (la Warner
le había congelado el sueldo por negarse a interpretar Romanza en alta mar, que,
finalmente, se convirtió en la gran oportunidad de Doris Day).
«Qué
época tan espléndida fue aquella, había gente excelente que daba lo mejor de
sí. Aunque se suponía que todos aquellos actores eran muy egocéntricos, no hubo
un solo momento de incomodidad ni de lucha por destacar más que los demás. Y
eso fue porque eran actores, no «estrellas». Eddie Robinson era un excelente
actor y un hombre encantador y muy divertido, y Claire Trevor, una actriz
maravillosa y toda una mujer. Lionel… era ante todo un actor como la copa de un
pino».
Así como el
personaje de Rocco se inspiraba claramente en el gángster Lucky
Luciano, el personaje de Claire Trevor (la inolvidable Dallas
de La
diligencia) se inspiraba en la amante de ese mafioso, Gay
Orlova, y con él Trevor hizo una interpretación tan
buena que obtuvo el Óscar a la mejor actriz secundaria.
Efectivamente,
la escena en que Rocco obliga a su alcoholizada amante a cantar a cambio de una
copa, para negársela después, es de un impresionante sadismo. Huston
consiguió que Trevor manifestará toda la desdicha e impotencia de su
personaje, obligándola a cantar, a pesar de que no era buena cantante, una
canción complicada sin ensayo previo.
Lionel
Barrymore,
en su personaje del anciano Temple, estuvo también magnífico;
tanto que Huston opinaba que trabajar con él había sido lo mejor de hacer
la película. Como Barrymore sufría una artritis que le condenaba a una silla de
ruedas, su personaje se mueve igualmente en silla. Quienes trabajaron en la
película recordaban sus maravillosas anécdotas familiares y su gran encanto
personal.
Como detalle
simpático, hay que mencionar que al barco en el que se rodó el final de la
historia recibió el nombre de Santana, como el barco real de Bogart.
El final en el barco fue tomado de la conclusión de Tener y no tener, de Ernest
Hemingway, que no se había usado en su adaptación al cine. Y también se
dotó al personaje de McCloud de un amor al mar paralelo
al que el actor sentía en su vida real.
Dentro de
esa inclusión de recuerdos personales, Huston hizo que McCloud y el joven Temple
fueran compañeros en la batalla de San Pietro (Italia), donde él había
rodado uno de sus documentales bélicos.
Para
distanciarse del origen teatral del guion, Huston contrató como director de
fotografía a Karl Freund, el innovador responsable de la fotografía de Metrópolis, que destacaba especialmente por su manera de desplazar rápidamente la cámara y su forma de iluminar las escenas.
Brooks,
que aspiraba a dirigir en un futuro, fue al rodaje todos los días y Huston,
gustoso actuó como su mentor. Bacall señala en sus memorias que «Brooks
le
observaba
con total atención -a Huston- en
todo momento, ya que era su ídolo. Sin embargo, en genio de John era difícil de
aprender, era algo innato».
Cayo Largo
fue muy bien acogida por el público; pese a ello, los críticos dicen que no
tiene la inspiración ni el ritmo de las películas más grandes de Huston
y que resulta algo fría, aunque su técnica y su descripción de la violencia sean
perfectas.
Es verdad
que a Cayo Largo le falta la esplendorosa vitalidad de las mejores
películas de Huston (El halcón maltés, El tesoro de Sierra Madre,
La jungla de asfalto, La reina de África…), pero, aun así, es una gran
película gracias a las estupendas interpretaciones de Robinson, Barrymore
y
Trevor; a la famosa, y real, química entre Bogart y Bacall
y a sus, también, muy buenas actuaciones.
A pesar de
lo muy desganado que Huston pudiera afrontar esta
película, consiguió que un elenco de grandes actores se implicara al máximo en
contarnos una buena historia en la que están presentes muchas de las facetas de
la condición humana.
Curiosamente,
esta película es una de las escasas excepciones en que Huston se permitió un
final feliz (con la guinda de que al finalizar el rodaje, Bacall le anunció a
Bogart que estaban esperando su primer hijo).
En
definitiva, la ceremonia de los Óscar
de 1949, en la que coincidieron en concurso El tesoro de Sierra Madre
y Cayo
Largo, fue una noche triunfal para John Huston: además del
comentado Óscar de Claire Trevor, él se llevó la
estatuilla al mejor director y guion por El tesoro de Sierra Madre y su
padre, Walter Huston, la de mejor actor secundario
por la misma película.
Yolanda Noir