Tengo debilidad por las películas (y relatos en general) con este tipo particular de high concept que inventó el mismísimo Charles Dickens con Un cuento de Navidad.
Me refiero a esos relatos de redención en los que un personaje cargado de negatividad sufre una experiencia más o menos sobrenatural o religiosa, pierde el contacto con la realidad y regresa luego a ella redimido y profundamente cambiado.
Un buen ejemplo de este género, también muy relacionado con
la Navidad dickensiana, es Qué bello es vivir, con la salvedad de que en este
caso el prota, el bueno de James Stewart, no es un personaje negativo (¿hizo Stewart alguna vez de malo? pregunto), pero sí vive una crisis que está a punto de hacerle caer en la negatividad.
Otra variedad de este género la presenta A propósito de Henry. En este caso, no hay experiencia sobrenatural ni religiosa, pero sí
traumática, sí un cambio de realidad y, por supuesto, una redención. También podría
entrar un pelín forzadamente en este género Up in the air.
¿Por qué me gustan estas pelis? Porque disfruto con el
contraste estilístico entre una y otra forma de vida, la positiva y la negativa.
Me gusta ver estas pelis una y otra vez y fijarme bien en las vidas anteriores,
las presuntamente negativas, que los personajes abandonan a regañadientes y que
luego no quieren retomar.
Por eso siempre me gustó Family
Man, por eso la he visto unas cuantas veces. Por eso volví a verla hace
poquito y le descubrí aspectos que hasta ahora no le había descubierto. Porque,
ya sabéis, las películas y los libros no cambian, permanecen siempre iguales,
pero nosotras sí cambiamos, no tenemos la misma mirada ni la misma cabeza ni el
mismo estómago con veinte años y con cuarenta.
Así que quizás sea por eso, quizás sea porque mi cabeza
ahora está en algo en lo que no ha estado nunca, desmontando creencias
arraigadas y principios que parecían indestructibles. Quizás porque yo también
estoy a punto de redimirme (es broma: exagero). Quizás por eso Family Man me ha impresionado esta vez
más que nunca.
Pero olvidemos mi aburrida vida y vayamos con la peli.
Family Man se
estrenó al filo del milenio, en el año 2000, cuando el mito ochentero del yuppy
ya caía en picado. Como algunas y algunos de vosotros seréis insultantemente
jóvenes y por eso, por juventud y no por incultura, puede que no hayáis oído nunca
hablar de los yuppies, recurro a la Wikipedia y os resumo que el término yuppy (del inglés young urban professional, joven
profesional urbano) designa a una persona joven (muy frecuentemente un hombre) con
estudios universitarios, que vive en una ciudad grande y tiene un trabajo de alto
nivel.; esto es, responde al estereotipo del joven ejecutivo común en Estados Unidos. Básicamente son personas de entre 20 y 39 años, recién
graduadas en la universidad, que ejercen sus profesiones y tienen ingresos
medio-altos. Además, están al día tecnológicamente hablando y visten a la moda.
Valoran en exceso lo material, invierten en bolsa, poseen vehículos de alta gama y se mantienen a la vanguardia en tecnología.
Yuppy se utiliza también de manera peyorativa para definir al profesional
joven, exitoso, arrogante e inmerecidamente rico, debido a su búsqueda
primordial de su estatus económico. La escasez de tiempo y el estrés con
el que viven (debido a su afán por mantener su estatus)
afectan sus relaciones familiares.
El protagonista de Family Man, interpretado por Nicholas Cage, es efectivamente un estereotipo de yuppy que en una Nochebuena tiene un encuentro con un ángel (Don Cheadle) y se ve transportado a una realidad paralela en la que, por haber tomado otra decisión en el pasado, ahora no es ni rico ni un profesional valorado, ni vive en un lujoso apartamento de Manhattan, sino un vulgar vendedor de neumáticos de un barrio humilde, casado con su novia de la universidad y padre de dos hijos.
Tras lo que os he contado de la redención, os podréis imaginar
por dónde transcurre la historia. Family Man la dirigió Brett Ratner, un tipo que ha
brillado más por impresentable que por buen cineasta. En Wikipedia los casos
feos en los que ha estado implicado ocupan más espacio que su filmografía.
Olvidémoslo, pues.
Los actores no me gustan, pero aquí funcionan. Nicholas Cage
ya sabemos todas lo que es y Tea Leoni puede que sea la tía más inexpresiva de
Hollywood. En el reparto infantil
descubro gratamente a Mackenzie Vega,
que luego estuvo en The Good Wife.
En fin, que Family Man
no es, ni de lejos, Qué bello es vivir,
pero toca otras teclas más actuales y, aunque predecible, en absoluto resulta aburrida.
Y con esta su última entrada del año, se despide hasta 2024 vuestra amiga Noemí Pastor.