El título original, en inglés, de la película de la que os quiero hablar hoy es “Saving Mr. Banks”, un título con un bonito juego de palabras que me veo incapaz de traducir decentemente al español, cosa que también les ha sucedido, al parecer, a las personas encargadas de bautizar esta peli en castellano, pues optaron por otro título nada arriesgado y un poco anodino: “Al encuentro de Mr. Banks”. Ambos, el título español y el inglés, se refieren a un personaje masculino un poco secundario en esta historia: el padre de los niños que cuidada Mary Poppins.
Yo, en cambio, he querido elevar al título de este mi articulito a la creadora de Mary Poppins, Pamela Lyndon Travers, la relativamente desconocida escritora en cuyas novelas se basó la conocidísima película de Disney.
“Al encuentro de Mr. Banks” es una especie de “making of”, un biopic novelizado sobre la construcción del film “Mary Poppins”, una de las obras maestras de la factoría Disney. Es lo que más nos gusta del mundo: cine sobre cine; una historia de los estudios Disney producida por Disney.
Antes de seguir, os confesaré que de niña no fui yo precisamente fan de Mary Poppins. Ni del personaje ni de la película. A ella, a la institutriz, la encontraba rara, seca, antipática, atípicamente seria, con su rancio traje oscuro, tan diferente del divino vestido rosa de Cenicienta en el baile de palacio o aquel otro que las hadas juguetonas y reilonas cambiaban de color en “La bella durmiente del bosque”. Por cierto, Pamela Lyndon Travers publicó en 1975 un ensayo sobre este relato: “About the Sleeping Beauty”.
Tuve que hacerme adulta y convertirme yo misma en una señora con traje oscuro para empezar a apreciar a Mary Poppins; y tuve que esperar a ver “Al encuentro de Mr. Banks”, que salió en 2013, para entenderla un poco más, a través de su creadora.
Pero, antes de ir con ella, hablemos un poco de la película. Como os decía antes, cuenta las peripecias de Walt Disney y sus arduas negociaciones con Travers, para llevar a la pantalla su saga de novelas protagonizada por Mary Poppins, ya que, al parecer, Walt les había prometido la peli a sus hijas, que eran muy fans de Poppins y de Travers.
Así, el bueno de Walt aparece como un tipo simpático que se enfrenta a la buena de Travers, una señora neurótica y frágil, acérrima defensora de su niñera de ficción y en principio muy reacia a que se viera fagocitada por la maquinaria de Hollywood y enñoñecida con dibujos de animalitos y cancioncillas ridículas. El relato de las divertidas negociaciones se entrecala con flash backs de la infancia de Travers en Australia y su adorado padre alcohólico.
“Al encuentro de Mr. Banks” está dirigida por John Lee Hancock, un tipo de no muy brillante cinematografía, y su guion se debe a Kelly Marcel, autora también del guion de la “Cruella” de Emma Stone. Mucho más conocidos son sus intérpretes: Emma Thompson como la novelista; Tom Hamks como Walt Disney; Paul Giamatti como el chófer y único aliado de Travers en Los Ángeles; y Colin Farrell como el padre de Travers.
Pamela Lyndon Travers
Ahora sí. Vamos con Pamela. Además de escritora, Travers fue también actriz y periodista. Había nacido en Queensland, Australia, en una familia acomodada, de banqueros y políticos. De joven comenzó a publicar poemas y a representar a Shakespeare en teatros de todo su continente. Con 25 años se mudó a Inglaterra, donde permaneció toda su vida hasta que falleció en 1996 con 95. Con poco más de treinta había comenzado a escribir su serie de novelas infantiles de la popular niñera. Además de esta saga, publicó diez novelas más y cuatro ensayos. Detestaba la popularidad y se esforzó siempre por permanecer alejada de los focos, sin dar a conocer nada de su vida personal.
Dicen que a Travers no le gustaba Disney porque odiaba los finales felices. Por eso el final de su relación fue infeliz. La película no lo cuenta, pero en realidad sucedió que Travers quedó tan disgustada con la producción de Disney que se negó a venderle los derechos del resto de sus novelas de Mary Poppins, que en total fueron ocho. Al final se se salió con la suya y el final fue amargo, sin un poco de azúcar.
Noemí Pastor