Existe gente que va a ver películas de Woody Allen como un ritual: van cada año, no importa cual.
Hay otros que siguiendo el ritmo de la política social del momento: las boicotean, sin molestarse.
Otros mostramos interés, y si conviene, vamos.
Con esto dejo claro, que Woody Allen es un director de referencia para mí, pero desde hace ya bastantes años, me cuido de, al menos, saber ligeramente de qué va a ir lo que voy a ver. Aún recuerdo con espanto aquella pesada Melinda y Melinda, o el nihilismo irritante de Si la Cosa Funciona...y viendo que pocas cosas suyas pueden volver a tener la magia de antaño, salvo excepcionalmente Midnight in Paris, me las planteo como películas de sobremesa, y voy si parece que vayan a resultarme entretenidas, como ya me sucedió con Magia a la Luz de la Luna. Así, un sábado por la tarde, en un día frío y lluvioso, muy común donde vivo, pedí mi entrada para la última del realizador neoyorkino: Un día de Lluvia en Nueva York, un título que presagiba que seguiría con humedad dentro del cine, pero al menos sin necesidad de mojarme los pies.
Woody volvía a Nueva York después de una tournée obligatoria por tierras extranjeras. Aunque había visto su serie de Amazon, que sucedía en la Gran Manzana de los años 60, parecía que esta última cita con su ciudad, nos iba a ser vetada porque vivimos en tiempos feroces, y a veces justificados, del #MeToo, y sin entrar en polémicas con una persona que incluso ha ido a los juzgados, finalmente el film ha sido estrenado en Europa.
Rodeado de un casting solido con el nuevo It-Boy de Hollywood, Timothée Chalamet, rodeado de Elle Fanning, la otrora niña-actriz Selena Gómez, y los más veteranos Liev Schreiber, Jude Law, Diego Luna y la habitual Rebecca Hall, Allen nos cuenta una historia sencilla, sobre dos jóvenes universitarios (Chalamet y Fanning), que con inocencia deciden ir a Nueva York por una entrevista que ella debe hacer, y pasar un día en la ciudad.
Lo que comienza de forma sencilla, con un protagonista masculino que es la clásica reencarnación de Woody Allen, y un personaje femenino que es parte de los tópicos de la rubia poco inteligente, nos hacen viajar a un mundo extraño, porque se ve como el actual, pero su corazón quizá está más en los años 50, con un balance que se mueve entre la ingenuidad y el candor, hasta cierto gusto a antaño, que resulta poco habitual en las pantallas de hoy en día.
Esto no resulta negativo, si no más bien lo contrario, pues nos aleja de lo que normalmente nos encontramos en el cine. Es una especie de fabula irreal, de cuento dulce con algún golpe un poco amargo..
Los personajes no son muy profundos, y muchas veces son retratados con brocha gorda, cayendo dentro del tópico. Quizá se escapan de esta imagen, como se puede suponer claramente, el protagonista, Gastby Welles, que con ese nombre homenajea al chico de barrio rico que es, con mucha imaginación y cierta propensión a despreciar sus orígenes, pero sin dejar de aprovechar sus privilegios en cierto grado, como incluso le recrimina la protagonista femenina, una antigua conocida, que también es el otro personaje que está bien retratado: Shannon, que es un buen descubrimiento, porque aunque crees que será la "Manic Pixie Girl" de turno, acaba siendo mucho más profunda e intersante.
¿Es consciente Allen de estos hechos?¿Son sólo ellos los que merecen un retrato con más detalle mientras que el resto son más una imagen lluviosa que sirven a la acción solamente? Eso nos parece, porque aunque regalan buenos momentos y alguna divertida línea, no son más que medios al servicio de lo que se quiere contar. Es curioso pues, que al final del film aparezcan dos personajes femeninos secundarios (uno esperado a lo largo del film y otro fortuito), que tienen carisma e impactan en la historia.
El retrato de Gastby y sus vivencias, nos recuerda un poco a su homónimo literario, y como hemos dicho, parece pertenecer a un mundo que no existe. Un mundo entre la realidad de esa "upper class", la universidad elititista, y la neurosis del mundo del cine que se muestran en la historia.
Sólo puede decir una cosa negativa, y es que quizá hay un pequeño problema que se siente a lo largo del film, y es que llama la atención lo poco actual que son los jóvenes que aparecen en el mismo. Ninguno es adicto a las redes sociales o teléfonos, y esto hace que resulten poco reales, pero especialmente, el protagonista, pues es bastante difícil de creer que alguien de su edad, de la generación, ya Z, parezca de tan otra época, tenga una cultura tan basta de cosas de los años 40, porque aunque sepamos que pertenece la élite, eso no explica esa pasión por el pasado.
Pero bueno, si obviamos ese hecho, que no sabemos si es una cosa hecha a conciencia por el director, o simplemente, el reflejo de que el mismo tiene más de 80 años y no está conectado con el mundo más moderno, la película es un buen entretenimiento con poquísimo drama y una reflexión acerca de lo que creemos ser y lo que finalmente somos.
No digo más, sólo que vayais a verla. Os la recomiendo.
Trailer
Carmen R