viernes, 25 de octubre de 2019

Agua de otra época: Un día de Lluvia en Nueva York

Existe gente que va a ver películas de Woody Allen como un ritual: van cada año, no importa cual.

Hay otros que siguiendo el ritmo de la política social del momento: las boicotean, sin molestarse.

Otros mostramos interés, y si conviene, vamos.


Con esto dejo claro, que Woody Allen es un director de referencia para mí, pero desde hace ya bastantes años, me cuido de, al menos, saber ligeramente de qué va a ir lo que voy a ver. Aún recuerdo con espanto aquella pesada Melinda y Melinda, o el nihilismo irritante de Si la Cosa Funciona...y viendo que pocas cosas suyas pueden volver a tener la magia de antaño, salvo excepcionalmente Midnight in Paris, me las planteo como películas de sobremesa, y voy si parece que vayan a resultarme entretenidas, como ya me sucedió con Magia a la Luz de la Luna. Así, un sábado por la tarde, en un día frío y lluvioso, muy común donde vivo, pedí mi entrada para la última del realizador neoyorkino: Un día de Lluvia en Nueva York, un título que presagiba que seguiría con humedad dentro del cine, pero al menos sin necesidad de mojarme los pies.


Woody volvía a Nueva York después de una tournée obligatoria por tierras extranjeras. Aunque había visto su serie de Amazon, que sucedía en la Gran Manzana de los años 60, parecía que esta última cita con su ciudad, nos iba a ser vetada porque vivimos en tiempos feroces, y a veces justificados, del #MeToo, y sin entrar en polémicas con una persona que incluso ha ido a los juzgados, finalmente el film ha sido estrenado en Europa.


Rodeado de un casting solido con el nuevo It-Boy de Hollywood, Timothée Chalamet, rodeado de Elle Fanning, la otrora niña-actriz Selena Gómez, y los más veteranos Liev Schreiber, Jude Law, Diego Luna y la habitual Rebecca Hall, Allen nos cuenta una historia sencilla, sobre dos jóvenes universitarios (Chalamet y Fanning), que con inocencia deciden ir a Nueva York por una entrevista que ella debe hacer, y pasar un día en la ciudad.


Lo que comienza de forma sencilla, con un protagonista masculino que es la clásica reencarnación de Woody Allen, y un personaje femenino que es parte de los tópicos de la rubia poco inteligente, nos hacen viajar a un mundo extraño, porque se ve como el actual, pero su corazón quizá está más en los años 50, con un balance que se mueve entre la ingenuidad y el candor, hasta cierto gusto a antaño, que resulta poco habitual en las pantallas de hoy en día.

Esto no resulta negativo, si no más bien lo contrario, pues nos aleja de lo que normalmente nos encontramos en el cine. Es una especie de fabula irreal, de cuento dulce con algún golpe un poco amargo..


Los personajes no son muy profundos, y muchas veces son retratados con brocha gorda, cayendo dentro del tópico. Quizá se escapan de esta imagen, como se puede suponer claramente, el protagonista, Gastby Welles, que con ese nombre homenajea al chico de barrio rico que es, con mucha imaginación y cierta propensión a despreciar sus orígenes, pero sin dejar de aprovechar sus privilegios en cierto grado, como incluso le recrimina la protagonista femenina, una antigua conocida, que también es el otro personaje que está bien retratado: Shannon, que es un buen descubrimiento, porque aunque crees que será la "Manic Pixie Girl" de turno, acaba siendo mucho más profunda e intersante.


¿Es consciente Allen de estos hechos?¿Son sólo ellos los que merecen un retrato con más detalle mientras que el resto son más una imagen lluviosa que sirven a la acción solamente? Eso nos parece, porque aunque regalan buenos momentos y alguna divertida línea, no son más que medios al servicio de lo que se quiere contar. Es curioso pues, que al final del film aparezcan dos personajes femeninos secundarios (uno esperado a lo largo del film y otro fortuito), que tienen carisma e impactan en la historia.


El retrato de Gastby y sus vivencias, nos recuerda un poco a su homónimo literario, y como hemos dicho, parece pertenecer a un mundo que no existe. Un mundo entre la realidad de esa "upper class", la universidad elititista, y la neurosis del mundo del cine que se muestran en la historia.

Sólo puede decir una cosa negativa, y es que quizá hay un pequeño problema que se siente a lo largo del film, y es que llama la atención lo poco actual que son los jóvenes que aparecen en el mismo. Ninguno es adicto a las redes sociales o teléfonos, y esto hace que resulten poco reales, pero especialmente, el protagonista, pues es bastante difícil de creer que alguien de su edad, de la generación, ya Z, parezca de tan otra época, tenga una cultura tan basta de cosas de los años 40, porque aunque sepamos que pertenece la élite, eso no explica esa pasión por el pasado.


Pero bueno, si obviamos ese hecho, que no sabemos si es una cosa hecha a conciencia por el director, o simplemente, el reflejo de que el mismo tiene más de 80 años y no está conectado con el mundo más moderno, la película es un buen entretenimiento con poquísimo drama y una reflexión acerca de lo que creemos ser y lo que finalmente somos.

No digo más, sólo que vayais a verla. Os la recomiendo.

Trailer
Carmen R

domingo, 20 de octubre de 2019

67 Festival de Cine de San Sebastián


Este año, como siempre, acudí muy ilusionada a la 67 edición del Festival de Cine de San Sebastián. Comenzó el día veinte de septiembre, mi cumpleaños. Un regalo estupendo que me dedica la ciudad. Fue una buena semana, vinieron amigos que también son habituales del festival y disfruté mucho de esos cafés y esas cañas discutiendo si nos había gustado o no alguna película, qué habíamos entendido de una historia enrevesada y aconsejando a los demás a favor o en contra de alguna peli.
Pero este año me han gustado menos de las películas. No sé si me equivoqué en la selección, si estaba yo poco entusiasta o si el nivel era peor, el caso es que he visto mucho ladrillo, algunas buenas, pero ningún peliculón. Es cierto que no vi La trinchera infinita de la que todo el mundo habló muy bien, ni Pacified, que se llevó la Concha de Oro, pero os voy a resumir un poco mi experiencia, por si os ahorro algún ladrillo y os aconsejo alguna peli pequeña y bonita.
Mientras dure la guerra,
excelente Karra Elejald
Comencemos con la sección oficial. Se inauguró el festival con Blackbird, remake de El corazón silencioso, una película danesa que estuvo en el festival hace unos años.  Es la historia de una mujer con una ELA que decide pasar un fin de semana en familia antes de acabar con su vida. Podría haber sido una historia sensiblera, pero está muy bien contada, tiene un guion excelente y los intérpretes están geniales, especialmente Susan Sarandon y Kate Winslet. Empezaba bien el festival y me vine arriba, pero rápidamente se me bajó la alegría con The audition, de Ina Weisse. Esta película entusiasmó a algunos amigos cinéfilos, pero a mí las vicisitudes de una profesora de violín obsesiva entregada a la formación de un alumno brillante me parecieron soporíferas. Eso sí, Nina Hoss está muy bien y merece la Concha de Plata por su interpretación de profesora loca. Me interesó Adults in the room, película de Costa Gavras que se proyectó con motivo de la entrega del premio Donostia al director. No sé si tanto como película como porque la historia de Varoufakis me parece tan interesante como desoladora. Mientras dure la guerra, de Amenabar, es una buena película, no un peliculón, pero es interesante, muy bien interpretada por Karra Elejalde y, contra muchas opiniones, creo que todavía hay mucho que contar sobre la Guerra Civil. Próxima de Alice Wincour también me gustó. Es la historia de una mujer astronauta que está a punto de partir en un proyecto espacial a Marte que durará un año. La mujer es madre de una niña de unos siete años y, como podéis suponer, no es lo mismo ser astronauta que astronauto. Interesante. Ahora estáis pensando "pues no estuvo tan mal", pero ahora os cuento The other Lamb, de Malgorzata Szumowska.e llevó mi premio a ladrillo del festival. Claro que eso quizás es porque yo no vi Vendrá la muerte y tendrá tus ojos de José Luis Torres Leiva. Mi compañera de blog no la aguantó entera y a todos les que oí les había espant Una peli de sectas, con ovejas, pastores y bosques. Insufrible. El mensaje era obvio, el ritmo lentísimo y sado. Rebordinos dice que a la crítica argentina le ha parecido muy interesante. Vosotros veréis, estáis avisados.
Los corderos, solo en silencio
Vi dos adaptaciones de novelas que había leído recientemente y que me habían encantado, pero me decepcionaron. La odisea de los Giles de Borensztein está basada en La noche de la usina y, pese a tener estupendos intérpretes, no consigue ser la película que el libro merecía. Lo mismo le pasa a Y llovieron pájaros, era difícil captar la poesía de la novela y resulta un poco lenta. A lo mejor, si no los habéis leído, os gustan.
De Zeroville solo puedo decir que a James Franco se le ha ido la cabeza. La historia empieza bien, con un tipo que llega a trabajar a Hollywood el día del crimen de Sharon Tate (está de moda el momento). Es un hombre fascinado por el cine que lleva tatuados en la cabeza a Montgomery Cliff y Elizabeth Taylor. La historia empieza a desbarrar y aquello se convierte en un disparate que no sabe cómo acabar. Huid.
Rocks, adolescentes inglesas
Tampoco me gustó mucho Thalasso, de Guillaume Nicloux. Mete en un balneario a Michael Houllebecq y a Gerard Depardieu que se dedican a hablar y hacer tonterías, a ratos graciosas. Me pareció de esas pelis que son como los chistes de guionistas, muy divertidas para ellos, pero no sé qué nos quería contar. Con dos personajes tan polémicos juntos, esperaba algo de más interés.
He debido sufrir una regresión, porque las películas que más me han gustado en esta edición son todas de adolescentes. Rocks de Sara Gavron nos muestra a un grupo de chicas en un barrio deprimido de Londres. A la protagonista, Rocks, su madre la abandona con su hermano pequeño dejando una nota y un poco de dinero. Es una historia de supervivencia y de lazos de amistad que, aunque es dura, da un poco de esperanza.
Diecisiete,
otra buena película sobre adolescentes
Diecisiete, de Daniel Sánchez Arévalo, es una peculiar road movie de dos hermanos, uno de ellos con Asperger, donde a través de un viaje buscando a un perro se nos cuentan muchas cosas sobre la familia, el amor y la dificultad para encajar.
La tercera joya de adolescentes es La inocencia, esta no era de Sección Oficial, sino de Nuevos directores. Lucia Alemany nos demuestra que con poco presupuesto, un tema sencillo, buenos actores (algunos aficionados) y un poco de gracia se puede contar una historia sobre los problemas de la adolescencia que encandila al público en la sala. Hay mucho talento rondando por ahí…
La inocencia.
Nuevas directoras que molan

Para terminar, porque no me da para contar las otras secciones, Patrick, de Gonzalo Waddington, una historia sobre un joven secuestrado en la infancia que aparece años después y las consecuencias en él y su familia de 12 años de separación. Interesante, aunque un poco lenta y La hija de un ladrón (Belén Funes), por cuya interpretación Greta Fernández se llevó una merecida Concha de Plata. La descripción de la anterior se puede aplicar a esta. El tema es interesante, transmite emociones, pero hay algo en la forma de contarlo que no me acaba de enganchar. Y hasta aquí puedo contar, que con lo amiga que soy del resumen, hoy me he enrollado como una persiana.
Mona Jacinta

viernes, 11 de octubre de 2019

El Sacerdote (1978) vs The Priest (1994), o pelis de curas

Hoy os traigo dos pelis que tratan sobre unos sacerdotes de una religión muy concreta, la católica, en un momento en que su fe flaquea. Su fe flaquea porque la carne, que no es tan débil, les puede y el entorno represivo donde se desarrolla su apostolado les hace casi imposible continuar con su sacerdocio.   

El sacerdote (1978)

Simón Andreu vestido para oficiar.


Película española de Eloy de la Iglesia rodada durante la explosión de libertad de la no tan modélica transición  quizá demasiado escandalosa para la época, aunque estaban en pleno destape, con escenas innecesariamente eróticas  y desnudos sin venir a cuento sólo para sacudirse de encima tantos años de represión sexual (Entre otras represiones). 

Obsesión erótica del cura (Esperanza Roy y José Manuel Cervino)

Precisamente de esto va este drama con tintes de comedia. El padre Miguel (Simón Andreu) es un sacerdote en la treintena que empieza a obsesionarse con el sexo. Ve erotismo en todas partes y siente una atracción vertiginosa. Su historia transcurre en la segunda mitad de los años 60 en esa España franquista a la que le cuesta aceptar los cambios que el concilio vaticano II ha traído para los católicos. El padre Miguel aún viste con sotana mientras curas jóvenes y entusiastas como el padre Luis (Emilio Gutiérrez Caba) representa a la iglesia moderna de los curas obreros de izquierda a punto de empaparse de la telología de la liberación.

¿La última cena en la casa cural?

El padre Miguel se siente obsesionado por una atractiva mujer y devota creyente, Irene (Espranza Roy), que le cuenta en el confesionario sus dudas acerca del diferente uso que hace del matrimonio con su esposo porque la iglesia le prohibe los anticonceptivos. El deseo de la carne martiriza al sacerdote que no duda en usar cilicios para autoflagelarse y reprimir ese deseo carnal prohibido por la iglesia. En la casa parroquial donde vive conviven varios sacerdotes, quizá demasiado caricaturizados, que representan las disyuntivas de la iglesia en aquel momento postconciliar. Tenemos al cura nacionalcatólico, al cura izquierdista, al cura que quiere casarse y colgará los hábitos, y al terriblemente confundido (Andreu).

Mortificación y cilicio para combatir la tentación, amén.

El padre Miguel acaba por iniciarse en los placeres de la carne y finalmente acaba por consumar el acto sexual con Irene. Confuso ante sus demonios internos acaba ingresando en un centro de salud mental después de un brote por el que se acaba automutilando.

Priest (Sacerdote) (1994)

Linus Roache vestido con ropa talar.

Esta cinta británica de Antonia Bird nos cuenta la historia del joven padre Greg (Linus Roache) que llega a una parroquia de un barrio obrero de Liverpool, donde viven católicos irlandeses y escoceses. El párroco del lugar es el padre Thomas (Tom Wilkinson), un sacerdote de ideas izquierdistas que pasó años de su juventud trabajando en esa Latinoamérica fervorosa de la teología de la liberación (Vuelve a salir el tema, como veis). Le padre Thomas no tiene pelos en la lengua y sus homilías son bastante políticas cosa que al estirado del padre Greg no le parece demasiado bien. El tema de la castidad vuelve a salir en esta cinta cuando el padre Greg  descubre que el padre Thomas y Maria (Cathy Tyson), la asistenta del hogar, viven en pareja. Greg se entera por boca de Maria que si Thomas no ha colgado los hábitos ha sido por decisión de ella, ya que, a pesar de vivir como un matrimonio, el padre Thomas mantiene una vocación intacta.

En la casa sacerdotal el padre Thomas y Maria son una sólida pareja.

El padre Greg tiene otras inclinaciones, una noche se adentra en un pub de ambiente gay donde conoce a Graham (Robert Carlyle) con el que se acuesta. Los problemas del padre Greg se multiplican. Por un lado es incapaz de asumir su debilidad carnal y por otro se enfrenta a una atormentada persona que revela un secreto de confesión el cual no sabe cómo arreglar. El padre Greg trata de una manera horrible a Graham para luego ir a buscarlo. Mientras están reconciliándose dentro de un automóvil los detiene la policía y entonces la mayoría de su comunidad religiosa lo rechaza.

Decidir entre voto de castidad y deseo natural es complicado.

El padre Thomas insiste en apoyarle pero el obispo (Rio Fanning) demuestra una nula caridad cristiana y lo envía a otra parroquia rural muy lejos junto a un viejo sacerdote que sólo habla en latín y lo vigila con desconfianza. Un buen día, el padre Thomas aparece por el nuevo destino del padre Greg y lo anima a que de una misa con él en su antigua parroquia de Liverpool, porque el padre Greg es homosexual pero tiene claro que quiere seguir con su vocación sacerdotal y no piensa colgar la sotana. Esa noche gastan una broma muy merecida al viejo cuervo que habla en latín y que desprecia tanto a Greg. 

Concelebrando la eucaristía.

La escena final se desarrolla durante la misa concelebrada de Thomas y Greg. Muchos de los feligreses no aceptan al padre Greg y marchan furibundos, como si ellos pudieran tirar piedras libres de pecado. Después, durante la eucaristía, sólo alguien muy especial se acerca a recibir la comunión de la mano del padre Greg, y esa es la persona que confesó su terrible secreto de víctima frente  a él. Ambos lloran abrazados.

Escena dramática.

Dos películas con el mismo título que cuentan las vicisitudes de dos sacerdotes católicos que se enfrentan a sus deseos interiores y sus dudas de fe. Dos películas que distan dieciséis años la una de la otra. La peli española nos muestra el aire represivo del tardofranquismo y la inglesa el aire represivo de las comunidades religiosas cerriles. Ambas se plantean el tema del celibato y su idoneidad según los tiempos que corren. En ambas cintas se habla del conflicto de la vocación y su incompatibilidad normativa con la vida marital. Mientras en la cinta española el padre Miguel acaba renunciando a todo, tanto al sexo como a la vocación, en la cinta británica la vocación sacerdotal del protagonista sigue indemne.

Ambos curas, con la hostia en la mano.

Estas dos cintas reflejan, con tres lustros de diferencia, varios aspectos similares dentro del sacerdocio de una religión concreta en dos países europeos. Las dos tratan el tema del celibato, en ambas el celibato se cuestiona con la diferencia de que la película de Eloy de la Iglesia trata el tema en la época de los cambios conciliares y la de Antonia Bird es algo que ya está bien asumido. También queda en un segundo plano el poder de la ideología política dentro del seno de la iglesia. El izquierdismo, el progresismo y la lucha obrera van de la mano de las ideas del padre Luis y del padre Thomas, mientras el conservadurismo y la detentación del poder están representadas por el padre Manuel y el obispo de Liverpool.


El confesionario tiene su peso en ambas pelis.

Ambas pelis, claro está, se centran en la transformación de dos sacerdotes desde una integridad, casi podríamos decir pureza, hasta la crisis de fe suscitada por la tentación de la carne. Para ambos protagonistas el ceder a las pasiones trastoca el ideal impuesto por sus votos. En el caso del padre Miguel, su obsesión le hace tomar una drástica decisión que, sin embargo, el padre Greg lleva de una manera mucho más tranquila. Greg, además, elige seguir en el sacerdocio, aunque ambos rechazan a la persona por la que sienten deseo.
Confesionario preconciliar con mantilla y todo.

La peli de Eloy de la Iglesia, quizá demasiado provocadora para la época, esbozara personajes demasiado estereotipados y su dramatismo fuera exagerado, pero así era el cine de este autor. La película de Antonia Bird, en cambio, es una película bastante suave que quizá nos deja a falta de un final mucho más explicativo. Ambos films, en definitiva, tratan el tema de ser sacerdote y la dificultad de cumplir unas normas anquilosadas en el medievo en pleno siglo XX dentro de sociedades europeas, una donde el catolicismo era la religión mayoritaria, y en el momento de la peli, religión de Estado, y la otra en un país democático y algo más moderno donde el catolicismo es una religión minoritaria y la presión social no es tan fuerte, aunque la homofobia supere la barrera religiosa.

Con la bendición urbi et orbe de Juli Gan.

viernes, 4 de octubre de 2019

Érase una vez en Hollywood


Ya ha tardado Tarantino en hacer la peli que quería. Pero ha merecido la pena. Ha podido recrear, a su manera, claro, una época y un ambiente, precisamente la época y el ambiente en el que se lanzaron a las antenas de casi todo el mundo las teleseries que lo criaron en la infancia y, como el mismo Tarantino nos dice, nos criaron a todas y a todos, a santas y a criminales, a frailes y a brujas malvadas, a víctimas y a asesinos. 

Entona una oda a la ficción popular de entretenimiento de finales de los sesenta y comienzos de los setenta, a la vez que nos hace sufrir (es Tarantino, ¿qué esperabais?) al referenciarnos continuamente la dura realidad, el lado sórdido de la historia de Hollywood que se permite el lujo de reescribir para regalarle un final más feliz, aunque esto era fácil: cualquier final hubiera sido más feliz que el que en realidad fue.

Además, ha homenajeado a Los Ángeles, esa ciudad que difícilmente se distingue de los decorados y que fue más hermosa de lo que es (aprovecho para recomendaros el ma-ra-vi-llo-so documental LA plays itself ) y que, como también nos recuerda, no solo es la ciudad del cine, sino también la de la tele y la del porno, aunque esta última industria ande bastante de capa caída o, al menos, muy distanciada de lo que era en los sesenta y los setenta, a diferencia de la de la tele, que quizás esté mejor que nunca.

En Érase una vez en Hollywood no dejamos de encontrar sus típicas rupturas de ritmo, su tendencia a unir pedazos de relatos, minirrelatos o simples pasadizos, sus habituales recosidos de citas, referencias y pequeños homenajes. Para ello se ayuda de divertidas apariciones de estrellas (me cabrea no haber reconocido a algunas hasta los títulos de crédito finales; Brenda Vaccaro, por ejemplo, se me despistó): muchas viejas glorias y también nuevas glorias (Dakota Fanning, Lena Dunham) que asesinan a las viejas y medio secuestran y retienen en estado de estupidez a las muy viejas.

Es también esta peli un falso biopic y un Dos cabalgan juntos. Me explico. Y empiezo por Dos cabalgan juntos. Sin ser yo nada de amante ni conocedora del western, tampoco soy tan cerrada como para no percibir ese aliento de camaradería masculina, de fidelidades perrunas entre colegas. DiCaprio se luce desde el principio en este duelo amoroso con su paternaire y Pitt, con bastantes menos oportunidades de lucimiento, espera hasta el final para mostrarnos un registro que ya nos había mostrado antes, pero al que aquí el bueno de Quentin le saca bastante más partido.

Y voy ahora con lo del falso biopic. Digo que es falso a sabiendas de que ninguno es del todo verdadero, porque Tarantino ha querido reunir en dos personajes las miles de historias reales de tantos y tantos perdedores de Hollywood, gentes que, tras haber rozado la gloria, se reconocen después en su declive, en fase de hundimiento, y nadan desesperadamente hacia la superficie tratando de hacer reflotar sus carreras, mientras en el mundo suceden cosas que nunca habrían previsto y a las que se ven incapaces de hacer frente, porque su época ya ha periclitado.

Nunca esperé ternura de parte de Tarantino, pero aquí la hay, la aprecio. Es una ternura muy suya, eso sí, mezclada con un religioso respeto al trabajo de profesionales de base, cierta pesadumbre nostálgica (la banda sonora, espléndida como siempre, ayuda) y un tono burlón algo paternalista.

Sea como sea, el duro de Quentin se ablanda con estos dos curritos de la industria que necesitan un carajillo para madrugar y hacer frente a la jornada laboral, porque, claro, la ingesta de alcohol tiene sus consecuencias, hace que se olviden del texto, dan problemas en los rodajes y, al final, nadie los quiere y acaban convertidos en anónimos que mueren en las primeras escenas.

Las historias de perdedores en el cine o en elespectáculo en general (como Ed Wood, como Man in the Moon, como el Joker de Joaquin Phoenix y alguno más) no nos dejan indiferentes a quienes tenemos cierta dosis de friquismo en las venas. Además, es ficción dentro de la ficción, cine dentro del cine, tele dentro del cine. Cómo no nos va a gustar.


Ficha técnica (filmaffinity.com):
Título original  Once Upon a Time in... Hollywood
Año 2019
Duración 165 min.
País  Estados Unidos
Dirección Quentin Tarantino
Guion Quentin Tarantino
Intérpretes
Premios  2019:  Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso